La Navidad es una época ante la cual casi nadie es indiferente. Algunos la asumen como un motivo para la fiesta y el banquete. Para otros, es una oportunidad de compartir con la familia y los amigos, pero también puede ser un motivo de nostalgia e incluso, de tristeza al recordar a esos seres queridos que ya no nos acompañan.
Pero lo bueno de la Navidad no es la natilla ni los buñuelos ni los regalos. Pienso que, así como decoramos nuestra casa con hermosos arreglos y muchas luces, también debemos preparar nuestros corazones para el advenimiento.
En lo personal vivo esta época con mucho fervor, como una oportunidad para renovar el valor de la familia, los amigos y la solidaridad, que nos permita enfrentarnos a la adversidad. Es por ello que me gusta rezar la novena de aguinaldo, con la cual celebramos el nacimiento de Jesús. No hay nada más bonito que estar unidos en oración alrededor del pesebre para renovar la fe y pedir que la paz, la armonía y la reconciliación iluminen nuestros hogares.
También es un momento que me invita a reflexionar sobre el valor de la comprensión y la tolerancia, para afianzar el respeto y aceptación por los demás, entendiendo nuestras diferencias. Además, para dar gracias por nuestra vida y nuestra salud; para elevar una oración en favor de los enfermos y sus familias y rogar por el bienestar de los más necesitados.
Pienso que este es un tiempo para pedirle a Dios que guíe nuestro camino por la senda de la verdad y la transparencia; para ser ejemplo de compromiso y transformación frente a quienes nos rodean y afianzar en nosotros el valor y la virtud de la sinceridad. También, para pedir que cesen los conflictos en el mundo y en nuestras regiones; para que el diálogo sea siempre la vía de la reconciliación y el perdón.
En esta Navidad recordemos los buenos momentos que compartimos con las personas que amamos; agradezcamos las oportunidades que tuvimos, las sonrisas y los abrazos recibidos, y por haber tenido la fortaleza para superar los momentos más difíciles.
Especialmente pidámosle al Todopoderoso para que seamos mejores personas y aportemos positivamente en la construcción de una mejor sociedad. Considero que la mayor muestra de grandeza de un ser humano se observa en su sencillez, humildad y calidez.
En esta tradicional celebración los invito para que reflexionemos sobre el valor de la generosidad, para que siempre actuemos en favor de otras personas de forma desinteresada y con amabilidad. Oremos para que cada familia colombiana sea un santuario de vida y amor; para que cada hogar perviva la alegría, la prosperidad y la esperanza.
Este es un tiempo para dar a los otros lo mejor que tenemos en nuestro corazón. Pensemos en cómo podemos ayudar a tantas familias damnificadas por la ola invernal que ha afectado al país, a quienes sufren el desplazamiento forzado. Aportemos nuestro granito de arena para acabar con el flagelo del hambre y que ya no mueran más niños por desnutrición. Sigamos redoblando nuestros esfuerzos para reducir las brechas sociales y lograr un país más justo e incluyente.
Que esta época nos haga ver lo bueno que es trabajar por las cosas en las que creemos y que nos permite seguir avanzando en la construcción de la Colombia que soñamos. Mi deseo es que los colombianos celebren en sus corazones el nacimiento de Jesús y que vivan en amor, paz y reconciliación esta fiesta familiar. Les deseo bendiciones, prosperidad y gozo en estas fiestas navideñas.
